lunes, 7 de diciembre de 2009

babosadas

Vacía, tan vacía está la forma de tu cuerpo en mi cama que me duele.

Frágil, tan frágil es el aroma de tu esencia que ya lo olvidé.

Mustio el recuerdo. Inútil la espera. Porque todavía no conozco tus dibujos, tu música es una vaga y efímera canción en sueños que olvidé, tus caricias son promesas todavía, y la única garantía de que vas a llegar es mi deseo indómito de verte.

Y no sé si te voy a conocer algún día.

jueves, 26 de noviembre de 2009

Ya dejé de ir contra la naturaleza

Ulises Arburola se levantó ese día descobijado y agitado, con la garantía de cotidianidad que le ofrecía su frente empapada en sudor y su respiración asmática. Amaneceres mojados eran un tema recurrente en el historial médico de Arburola, un caso clínico que a falta de explicación había terminado por aburrir a los doctores. Incluso el mismo Ulises había terminado por entender que si en 21 años de vida no había logrado vencer la excesiva sudoración e insuficiencia pulmonar tenía que ser porque eran parte de él. A veces jugueteaba imaginando que su destino en realidad era ser manguera o fuente de parque, llenando cada espacio con su líquido vital.

Rememorando el sueño acuático que lo había llevado a la cama hace 12 horas exactamente, Ulises abría ahora los ojos para descubrir que se había convertido en pez.

“Hoy no es día para juegos” - balbucea el pez-, mientras se reincorpora laboriosamente con sus aletas en la cama y se dispone a finalizar este sueño recurrente. Cierra los ojos y se prepara para realizar el esfuerzo consciente de hacer desaparecer una por una sus escamas, y recobrar las extremidades que le permitan levantarse de la cama y afrontar las consecuencias de presentarse al trabajo con dos horas de retardo injustificado.

8:30 a.m. marca el despertador, y deja entrar la cortina un rayo de calor que evidencia la manifiesta tardanza que lleva Arburola para el trabajo. Se deja iluminar un uniforme oscuro que descansa en la silla del escritorio, aplanchado y pulcro, con sus siglas en inglés, su olor a fábrica y las facturas pendientes acumuladas en los bolsillos.

Tendido en la cama, con los ojos cerrados y ecuánime concentración, Ulises Arburola inspecciona su cuerpecito blando y cartilaginoso. Palpa con sus frías aletas, otrora brazos, un vientre abultado y rígido, tornasolado en azules y morados, compuesto de suficientes piezas escamosas para formar un patrón simétrico alrededor de su ser. Sus ojos se han distanciado permitiéndole ahora un rango de visión hacia uno y otro lado de la perfilada cabeza que ahora sería capaz de cortar el agua afilada con una precisión de diamante, un diseño hidrodinámico envidiable de verdad.

Pero ahora no es momento de alabar diseños –pensó- sino de llegar al trabajo, de calzar las botas en las aletas de alguna manera, y disimular la cara de pez. O por lo menos levantarse de la cama, que una vez resuelto esto pensaría en lo demás.

Invocando luchas anteriores, buscó dentro de sí la fuerza para derretir sus escamas y revelar una piel tersa y seca. Sin éxito. Intentó juntar sus ojos de nuevo, en una cara que poseyera nariz y labios. Pero no lo logró. Focalizó entonces todos sus esfuerzos en dividir cada aleta en 5, recobrando así sus dedos, pero falló. Intentó gritar desesperadamente a todo pulmón pidiendo auxilio, pero lo único que logró producir fue un...“blop”.

Entonces comprendió. Hoy no era el día en que Ulises Arburola iba a salir caminando de ahí. Un escalofrío demoniaco le erizó el espinazo, y cada una de las demás espinas; desde la cola hasta la aleta dorsal. Comprendió por qué siempre le habían producido mala vibra los gatos, fascinación las piscinas y por qué nunca había podido comer ceviche sin sentir una profunda culpabilidad.

Y lloró. Lloró como nunca había llorado, sin parar para sollozar vertió lágrimas de profunda felicidad. Se despidió de sus angustias, se despojó de su uniforme con olor a fábrica transnacional, se libró de su familia, sucumbió ante el deseo indómito que siempre le había producido lo salado, lo azul, y lo mojado. Intentó respirar encontrando que sus asmáticos pulmones ya no funcionaban, ¡pero porque ahora tenía branquias!. Hizo un último esfuerzo por hablar pero al escuchar los balbuceos que producía su boca sin labios se rindió con una sonrisa de estúpida alegría, y lloró sonriendo, como sonríe un pez, como si no sólo de sus ojos sino de todas sus escamas brotaran lágrimas de inconmensurable alegría, excesiva sudoración que poco a poco fue llenando el cuarto hasta el cielo raso, chorro a chorro.

La habitación entera se convirtió en una enorme pecera; y Ulises finalmente pudo nadar en su propia felicidad.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Chistes crueles de la naturaleza: Tomar.

El problema radica en que mi cuerpo no disfruta lo mismo que mi paladar. Órganos diferentes, con diferentes visiones de mundo fueron conectados por el esófago en uno de esos chistes crueles de la naturaleza.

Alcohol, vertido por los dulces campos de mi boca brota como fuentes de almíbar que bailan entre mis dientes, burbujeantes y frías mariposas revolotean en mi paladar impregnadas de esa juguetona esencia. Delicia.

Pero no tardan mucho en caer a lugares inhóspitos, donde la bienvenida queda faltando. Se apagó la luz. Terminó la fiesta. Duró poco en esos instantes de placer al inicio del recorrido, pero así como la leche regada en la mesa debe gotear hacia la alfombra dibujando paisajes nubosos, así también la gravedad hace lo suyo y cae el pegajoso líquido a las remotidades sucesoras de la garganta.

Comienza entonces la batalla: La cabeza, con su explosión, se suma al lado del sistema digestivo, y juntos protestan a los labios su enamoramiento con el pico de la botella, su debilidad frente al dulce almíbar de la caña. Pancartas y gritos, huelgas y quejas. Las extremidades, ojos, cuello, se alínean contra la boca, se esconden en la trinchera esperando el momento oportuno para disparar quejas y achaques.

En esta guerra corporal de bandos divididos parece sólo quedar la piel acompañando a la boca en el equipo juguetón, que a pesar de no poder contrastar los ataques fervientes de sus vecinos, encuentra en la situación mucho humor y simpatía. Después de todo, sonríen pícaramente los labios...valió la pena.

martes, 13 de octubre de 2009

Es un mal momento para sentarme frente a una computadora.

Corro el riesgo de inmortalizar lo que siento ahora, ahorita, en éste minuto en el que dejé de pensar y comencé a sentir a través de las puntas de mis dedos. A través de la reconfortante frialdad de las teclas de una laptop. Pero lo haré igual, me voy a sentar aquí y voy a dejarme ir en estas lágrimas, porque creo en lo que siento, y hasta admiro esa desfachatez con la que muchos logran abrir su corazón al facebook, al infinito, a lo desconocido, a internet.

Me acompaño de éstos artefactos como nunca lo he hecho, talvez porque nunca me he sentido así. Nunca había tomado la mano de mi abuelita con tanto miedo de que fuera la última vez, nunca había pasado una noche tan amarga viendo numeritos en un monitor y asustandome porque bajaran o subieran. Nunca había besado una frente tan indefensa ni había sentido el corazón tan oprimido por tantos tubitos de plástico y respiradores.

Me acompaño de éstos artefactos porque no puedo esperar para verte otra vez, no puedo contener este impulso de inmortalizar mi "te amo" en el infinito, en lo desconocido, hasta en internet! y ni siquiera me importa que lo sepan los demás.

martes, 22 de septiembre de 2009

Amo a la UCR. Tiene internet inalambrico.

Me dije esto, en este momento, que lo escribo desde el carro en frente del sótano de música. Es un lugar maravilloso, no tenés idea.

Tuve un encuentro con un saxofón hace como 30 minutos, mientras salía de una clase en la que siento cada pequeña célula de mi existencia; cada músculo, cada hueso que se contorsiona como si fuera de celofán. No es ni clase, es arte. Dentro de vos y hacia las paredes, como si fueras un globo lleno de pintura de clores que explota manchándolas; así todas las vísceras rebalándose entre las baldosas, como esparcirse en energía, proyectándola al cielo y al suelo y a todos los ángulos que me rodean; al centro y al sol, dirigida por una violinista que invitamos porque se nos olvidó la grabadora y no teníamos música y tocó para nosotros mientras practicaba para un examen.

Luego se tuvo que ir porque ya entraba a clases y una chica llamó a 3 guitarristas y un percusionista que vinieron a seguir tocando para que bailaramos.

Una serie de movimientos que dibujan una bola de energía que recorre tu cuerpo; eso es.

Provenientes de alguien que conoce de física y anatomía lo suficiente para haber entendido cómo hacer una coreografía de movimientos que fluyen de uno a otro haciendo que la energía que te recorre siga su naturaleza, y los guitarristas lo acompañan; no, lo dirigen. La música y su flujo son en realidad los que nos guían, mientras sentimos bailar juntos.

“Tienen que hacer su nombre en movimientos ok? Tiene que fluir porque lo vamos a juntar a la coreografía, les doy unos minutos” dice el mago.

¿Entendés? Como dibujarlo con el cuerpo con movimientos, como si tu nombre tiene una “O” entonces podés girar para representarla, o la “i” de Avenilla la hice saltando en línea recta con las manos levantadas, y en la “V” caí al suelo con las manos en esa posición “V” y se iban cerrando mientras caía…y esto lo hacíamos en un círculo cada uno entrando al centro y al ritmo de la música 3X8 de guitarras y tambores, y luego nos sumábamos todos a la coreografía para hacer el “coro” de lo que sería el “solo” que eran los nombres de cada uno; todo fluyendo! Las cuerdas de la guitarra, el sudor del compañero, la cabeza que cae con las manos ; la espalda que me jala hacia el piso para hacer girar los pies y levantarme sin esfuerzo.

SIN ESFUERZO. Eso creo que lo define, nada más ARTE y vísceras chorreando por las paredes explotadas desde el centro de mi tronco; pedazos de piel rasgados golpeados por la presión que emanó de mi pecho.

Salí. Sudando como si mi cuerpo no pudiera contener las lágrimas de inconmensurable agradecimiento. Pero no llegué hasta el carro. No. Me atacó directo al pecho el sonido de un saxofón cuando iba subiendo las escaleras.

No sé si alguna vez fuiste al sótano de música; tiene al lado izquierdo las puertas de un sótano, de vidrio que llevan a un pasillo donde están las clases de piso de madera; donde se hace danza contemporánea, capoeira, y el taller de cuentería. Y cuando vas saliendo por esa puerta de vidrio tenés a tu izquierda una terraza donde los saxofonistas tocan, practican, aman eso que tienen entre las manos, y lo besan muy suavemente como a un recién nacido.

Llego al carro después de un largo periodo de letargo, y me encuentro...¡con vos! nada más y nada menos que con vos. Saco mi encendedor para celebrar la ocasión, la llovizna te acompaña golpeteando las ventanas No me estabas esperando adentro, más bien entraste por una ventana cuando encendí el ipod y te llamabas “los libros de la buena memoria “.

Y te escuché en cada palabra. A vos, sí,debe ser que allá ya es hora de dormir y estabas soñando conmigo. Alguien me dijo hace poco que de vez en cuando pensabas en mi, y a veces me gusta fantasear con que es cierto, con que también te percatas cuando te visito al cerrar mis ojos. Te digo que visitarme a través de Spinetta es de las cosas más mágicas que te he visto hacer, ni siquiera yo lo hubiera pensado.

Y mi cuerpo te siente, como esa “i” que fluyó a través de mi desde el suelo pasando por mis rodillas que fui extendiendo hacia los brazos que se levantaron para hacer el puntito encima de la raya; todo ese recorrido de energía; pero ahora en forma de ondas, música.

Y pienso que debe ser que allá es hora de dormir y estabas pensando en mi, en cómo hacerme arte. Pero no sé si es cierto, y te quiero preguntar y quiero más de vos.

Y creo que voy a obedecerte ahora que me acabas de decir que "no hables más muchacha corazón de tiza, cuando todos duerman te robaré un color”.

Otro día te cuento de aquel saxofón.

martes, 21 de julio de 2009

¿ Por qué no?


Tarde sin obligaciones, y de repente se me ocurre salir a dar una vueltilla, aprovechar que hace frío tipo diciembre y que, aunque el atardecer no promete y está nublado siento unas ganitas de enfriarme la cabeza con esa brisilla que está entrando por mi ventana.

Manejo sin rumbo buscando algo interesante. Barrio Amón se me ocurre, parquearse en un lugar bonito y sentirse de viaje, en alguna ciudad donde se sienta uno a comerse un helado en el parque, libre de paranoia. Sin rejas intimidantes que hacen sentir como si también uno necesitara una coraza para salir a caminar y que no "se lo roben".


Talvez habla sin conocimiento de causa un peatón que hasta el día de hoy no le ha iluminado la curiosidad a ninguno de esos "amigos de lo ajeno" y el único patrimonio que ha perdido ha sido a consecuencia de su torpeza. Pero amenazada? No me siento, talvez desde que empecé a pasar el canal cuando llego al noticiero del 7 he empezado a recobrar la paz mental; pero eso es harina de otro costal.

Aprovecho que estamos en horario de 5 a 7 para hacerme acompañar de Bernal Monestel, lo busco y ahí sigue donde lo dejé la tarde pasada, en la estación 1.


"Les recordamos que estamos regalando 10 entradas para el tributo a James Brown hoy en Jazz Café San Pedro" Hmmm ¿por qué no?.

Llego entonces en la noche, decidida a que me voy a dar mi chineo de la semana, disfrutar de la música, unos gritillos de soul, un traguito talvez hasta en vaso fino o con colores de esos que se toma la gente fancy, bueno, ser una de esas buenas invitadas; agradecer el regalito que la buena radio me dio; ir a darle un visitin a James Brown. Y si hubiera sido en una casa hasta unas flores hubiera llevado para agradecer el gesto.

Nadie habla, el ruido es ensordecedor desde la mesa que escogí. Se quedó Mr. Musculo de la mesa contigua sin poder seducir a punta de susurros a la Nena de pierna cruzada y tacones que lo acompaña; talvez no amanecerán en el piso de su apartamento por culpa de este error acústico que inhibe la conversación.


Siento los pelitos de mis orejas quemándose, como si a cada minuto perdiera días de audición ¿cuántos exactamente? Me enteraré a los 70 cuando me levante una mañana sin oir a los pajaritos y me acuerde de julio de 2009 maldiciendo el día q no me llevé tapones para los oídos. “Les sangran las orejas en Jazz Café: Demanda millonaria” por un momento pude preveer qué tendría La Teja que poner a la par de la “chica nalgotas” de mañana.


Recorro el lugar entonces buscando un lugar donde no tenga que comprometer la vida útil de mi audición. ¡Listo! una mesita por la entrada. No siento sangre en los oídos y enciendo mi propia candelita, para crearme un nicho y ver si aquí la cosa de hecho empieza a sonar como a Soul.


Get up offa that thing, Ok ok no está mal, cerrando los ojos al menos. Los abro para ver boinas, una que otra canilla, y alguillo de los resabios que la cultura birrera tica marcó en el físico de nosotros sus seguidores. Muy diferente al saborcito musical en technicolor de un negrito simpaticón que cierra los ojos para pegarse los gritillos. Pero nada particulamente mal, ya habiéndome resignado a que se trata de un tributo y no un concierto.


Levantando la mano me llega el menú. A ver. Comida? Bajo los tradicionales nachos y uno que otro platillo más mediterraneo (¡para no perder la elegancia!) encuentro la sección de “Costa Rica Specialties” con la traducción al inglés de los ingredientes de un chifrijo. Hoy no será ese día, pienso.



Pasamos a cocteles, a lo que vinimos. De 1era entrada: 2800 colones. 3000 si decido redondeárselo en pro del mesero. Hmmm… a ver, voy a ser buena invitada y darme el “lujillo”. Saltamontes…Bloody Mary…Mucho Malibú…ORGASMO. ¡Listo, eso quiero! Un orgasmo de 2800 colones debe ser bueno… Con una ceresita maraschino al fondo de un vaso de gemidos. ¡Ay ya me emocioné! No falta la sonrisita del mesero cuando se lo pido, “¡y que me lo hagan rico!” le digo cuando ya se va con mi menú, con una sonrisilla mia también.


Me percato de la simpleza estructural del lugar, por 1era vez, la lejanía que tiene ahora con la original casita de madera repleta de recovecos y detalles; con hortensias, pasillos y patios de luz que la Ñora de la casa enceraba todos los días, esos que arrancaron para poner cemento. ¡Como si no viviera yo también en una casa de cemento escasa de madera y hortensias! Estás pidiendo mucho, muchacha. ¿Y realmente querés encerar pisos? Caigo de mi nube.


Viene mi acompañante…Al principio pienso que se equivocó el mesero porque me trajo al Sr. Orgasmo con…FRUTAS. En un vaso de piña colada, ¿y la cereza? No hay rastros de ella. Lo pruebo…y bueno, un orgasmo no se rechaza; y éste viene con comida incluida. Calmo mi decepción a la estética de mi vasito comiéndome la fresa y la piña que me dieron; bueno es un enfoque más práctico, me vieron cara de hambre seguro.


-“Señorita, disculpe” El mesero de nuevo. Temo por un momento que me venga a preguntar si me gustó el orgasmo y tenga que responderle alguna babosada cuidando no alimentar su libido.


-“Es que hay un muchacho que no tengo adonde sentarlo, ¿A usted le molestaría si lo siento aquí para que ordene?”

Pausa de 6 segundos.


-“¿AQUÍ?”
O sea, me pregunta este hombre que si quiero que me siente a un completo desconocido en mi mesa. Alguien que podría fluctuar entre los 17 y 50 años, una gran gama de concepciones de la higiene personal, a Mr. Musculo que se aburrió de la Nena, o peor aún! Un conversón!
-“Sí sí, ¿está esperando a alguien usted?”


Jajajaja ¡como una solterona! Que se debió haber quedado en la casa con los gatos. ¡Impensable que hubiera venido a oir la música! Genuinamente divertida por el personaje se me sale una sonrisa


- ”Ay muchacho, ¿cómo me va a sentar usted en la mesa a alguien que no conozco?”


El mesero se rie simpateticamente, y hace su acto de salida, lleno de disculpas y sin querer renunciar a su propina, jocosa la situación.


Ya sola me río para mis adentros. Sorbo mi trago. Después de unos segundos de fija concentración en las hojitas que quedaron de la fresa y la piña llamo al mesero. ÉL viene.


-“Muchacho, ¿estaba guapo al menos?”


Jajaja ¡Pero ya lo envío a otra mesa! Alguien más sí aceptó al príncipe azul de bar, que iba a venir a hablarme de sus viajes con un encantador acento extranjero, y hasta una sonrisilla me hubiera sacado. Ahora nunca sabré si la historia terminaba con un “Y así, niños, fue como conocí a su abuelo” en un corredor espacioso lleno de chiquillos dentro de 60 años (sorda, eso sí!). Todo por miedo al panzón amante del queso gouda con las uñas largas y mal aliento que me iban a mandar a invadir mi nicho para que pudiera tomarse las birras y comerse los frijoles molidos.


No me da ni chance de curarme la cabanga de mi príncipe azul de bar, cuando se me sienta a la par (sí…peor que oler a queso y comer con las manos, sentarse sin preguntar) otra figurita: Tennis blancas, camiseta lisa, pantalones cargo de camuflaje, 20 cm más alto y rubio (porque “macho” es mucho decir) que el promedio. Así es. Un gringo.


-“¿What are you writing there, a love letter?” Asumiento que hablo ingles.


(…Claro, para vos es la carta! He estado buscando toda mi vida a alguien que me quite el taparrabo y me revuelque en el bosque como los monos! Mi salvador ha llegado!).


-“Not really, just stuff.” Ok, ok…algo había que decirle!


Se asombra cuando le digo que SÍ sé que Filadelfia queda en Estados Unidos, y que no le estoy escribiendo una carta de amor a nadie, y que sólo escribo para que no se me olviden las cosas curiosas que estaba pensando. Por ejemplo, ¿cuántas cosas cree usted que haya en este lugar?


-“What do you mean? Like objects?”


Sí, sí, contando “cosa” como algo que no está unido a otra, digamos la pared cuenta como una cosa, pero cada servilleta también por estar separada de las demás.


-“Oh you would be here counting for days!”


Talvez. Viene Mark, igual de alto y macho, a ver cómo va el proceso de hablarle a una tica desconocida en un bar, a ver si ya le hice una propuesta de “mejorar la especie” a su camarada. ¡Con sonrisa picarona y todo!


Pero su presencia fue efímera, se vieron llamados por la línea de conga a través del bar que hicieron las machitas 5 minutos después. Así es, trompetista y todo se unió, ya cuando se quitaron la máscara de Soul singers con la que me habían engatuzado a venir.


Tres “están listoooos” (traducidos al inglés para las nenas en flip flops que bailaban en el centro del lugar) anunciaban la introducción de un bajo, finalmente reggaetón beats, la audiencia se vuelve loca, bailan las minifaldas, se corre el maquillaje, le cantamos todos HAPPY BIRTHDAY a “Kirsten que cumple 21 años hoy”


…SE ACABÓ. ESA PLATICA SE PERDIÓ. Por dicha no la pagué yo!.